domingo, enero 21, 2024

Entre repisas.

No recuerdo cuando llegué a tus manos. Eras una niña a la que le encantaba leer. Gusto que heredaste de tu padre. Por lo tanto, quién mejor que él mismo para obsequiarme. Tampoco puedo precisar cuántas veces me has leído. Sé que han sido muchas. Muchísimas. Y sé que seguirán siendo más. En la historia que habita entre mis hojas siempre encontrarás cobijo, esperanza, luz y guía.

Cuándo empezó el juego entre ustedes de moverme de una repisa a otra es otra pregunta que tampoco puedo responder. ¿Se pusieron de acuerdo o surgió de manera espontánea? Conociendo a Roberto (lo que pude conocer cuando me encontraba en su repisa), puedo imaginar que un día me vio en tu repisa, me agarró y me llevó con él. Así de ocurrido era él. Quizá se le antojó leerme y me tomó sin avisarte. Espera… ¿Fui secuestrado?

Un día que lo visitaste me viste en su repisa y pensaste: “¡Ah! ¡Y tú qué haces aquí!”. Y me volviste a llevar contigo. Así comenzó el juego. Cada vez que se visitaban, yo me convertía en objeto de contrabando. De tu repisa a la de él. Y viceversa. Lo lindo de este vaivén es que me hice amigo de más libros.

Pasó tanto tiempo y la memoria es tan frágil, sobre todo la de Roberto, que ya no recordaban a quién yo pertenecía. Ahí el juego escaló a: “El libro es mío y tú te me lo estás llevando”. Un día, Roberto puso su rúbrica en la primera hoja. Estampando así su derecho de posesión. Tal como marcaba todos sus libros. Cuando viste la R le reclamaste, entre risas. Roberto se puso rojo tomate, como siempre que no se contenía la risa cuando hacía alguna travesura. En esos momentos dejaban de ser padre e hija para convertirse en dos niños jugando y divirtiéndose.

El último periodo en que estuve en la repisa de Roberto jamás me imaginé que no lo volvería a ver. Y ese día, en que te vi entrar, con tu hermano y una amiga, no entendí el motivo de tu tristeza. “¡Hey! ¡Aquí estoy! ¿Dónde está Roberto?” Empezaron a empacar todo, guardar en cartones y fundas todas sus pertenencias.

Llegaste a la repisa y pude ver el dolor en tus ojos. Me viste, me tomaste muy lentamente, acariciaste mi portada y me abriste. Viste la R y rompiste en llanto. Me abrazaste. Tu hermano y tu amiga no entendían y corrieron a contenerte. Yo tampoco lo entendí ese día.

Desde ese día ya no hay más viajes. Desde ese día sólo estoy en tu repisa. Desde ese día soy tu libro más preciado.

“- Por la noche mirarás las estrellas. La mía es demasiado pequeña para que te muestre dónde se encuentra. Es mejor así. Mi estrella será para ti una de las tantas estrellas. Entonces, te gustará mirar a todas las estrellas. Todas serán tus amigas. Y además voy a hacerte un regalo...

Volvió a reír.

- ¡Ah! ¡Hombrecito, hombrecito, me gusta escuchar esa risa!

- Justamente ése será mi regalo... será como con el agua...

- ¿Qué quieres decir?

- La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para quienes viajan, las estrellas son guías. Para otros no son más que pequeñas luces. Para otros que son sabios, ellas son problemas. Para mi hombre de negocios significaban oro. Pero todas esas estrellas son mudas. Tú tendrás estrellas como no tiene nadie...

- ¿Qué quieres decir?

- Cuando mires el cielo por la noche, dado que yo estaré en una de ellas, dado que yo reiré en una de ellas, entonces será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!

Y volvió a reír.”



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