Con su mano derecha sostenía un pañuelo rojo que apoyaba en su cabeza. Sonreía, como nunca antes había sonreído en toda su vida.
¿Por qué lo hiciste? -preguntó enfadado Rafael- ¿Quién te has creído que eres? Maldita sea... Eres una imbécil.
Rafael, como siempre que se ponía nervioso, no pensaba bien en lo que decía y por lo tanto no le atinaba a las palabras correctas. Sin embargo, no se daba cuenta, y la verdad, eso ya no importaba en ese momento.
¿Y por qué no hacerlo? -respondió dulcemente Sofía- Es mi vida, puedo hacer con ella lo que yo quiera, o no? Y no creo que sea una imbécil, tonta a la final, pero imbécil no.
Sofía conocía lo suficiente a Rafael para saber que estaba nervioso y que por eso la había insultado. También sabía que Rafael no tenía la más mínima idea de qué hacer en ese momento. Sonriendo le soltó la mano y mientras acomodaba el pañuelo con su mano derecha llevó la izquierda a su boca, plantó un beso en sus dedos y llevó estos a la boca de Rafael. Por la mejilla de Sofía rodó una lágrima.
¿Sabes algo? -habló Sofía- Te voy a extrañar más de lo que imaginas.
Sus ojos se cerraron a la par que su cuerpo se desplomaba en el suelo. Todavía sostenía entre sus dedos el pañuelo rojo... rojo sangre.
2 comentarios:
No sé si era o no una imbécil. Una decisión muy drástica sí, pero habría que conocer sus motivos...
Yo tampoco sé porqué lo hizo.
Publicar un comentario