jueves, agosto 20, 2009

Libidinoso recorrido en bus

Hay días en los cuales una se levanta y no debería salir de la cama. Los sentidos están más sensibles de lo normal. Los ojos captan nuevos contornos, la nariz percibe nuevos aromas, la piel se eriza al mínimo contacto, la lengua saborea con más satisfacción los sabores. Y son figuras, olores, sensaciones comunes, de todos los días, a los cuales una ya está acostumbrada. Pero son esos días, ciertos, que se dan en cualquier momento, en que lo normal se vuelve diferente.

Un bus es la excusa perfecta para dejarse llevar por el éxtasis que produce el placer.

8y15 de la mañana, una marejada de gente dirigiéndose a distintos puntos de la ciudad. El "as al volante" es experto en acelerar, girar y frenar tan abruptamente que los pasajeros se golpean unos con otros.

Sube un ejecutivo, de traje y corbata. Se para a lado mío, y de repente, percibo su perfume. Varonil, fuerte y sutil a la vez. Mi nariz gira para oler con más intensidad, de reojo lo veo. No era guapo, no importaba en ese momento. Bien vestido, aunque muy corta la corbata. Pero su perfume...

Más adelante, una chica sube. Un perfume suave, medio dulzón. Se mezcló con el primero y creó un aroma único. Fuerte y delicado al mismo tiempo. Mis fosas nasales estaban a punto de estallar.

Luego, un chico se sienta a mi lado. Yo con camiseta sin mangas, él manga larga. Pero su presencia, tan cerca (al ser un bus pequeño) me elevó. Aprovechaba los movimientos bruscos del bus para rozarlo.

Contrólate Diana, contrólate.

Físicamente, era cualquier persona que viaja al trabajo, viendo por la ventana las calles pasar. Pero mi mente, uy, viajó, volvió, subió, divagó. Ella se descontroló.

Abrí un paquete de galletas, Oreo Wafer. Fue el éxtasis.

Hoy, como nunca, disfruté mucho el viaje al trabajo.

2 comentarios:

El Cuy dijo...

Ni más te mando en bus carajooooo!!! JOJOJO

Señor H dijo...

fetichista....