jueves, mayo 26, 2011

Nacer para morir

Veo el deseo nacer en la punta de tu lengua, deslizándose por la comisura de tu boca. Recorriéndote en un sendero marcado por el placer.

Dibuja una silueta en tu cuello, haciéndote sonreír. Se esconde detrás de tu cabello y se proyecta a través de tu espalda.

Te gusta. Te excita.

Baja por tu columna como escalones de goce, vértebra por vértebra. Acaricia tu cintura y retorna al centro del mundo: tu ombligo. El tiempo se vuelve eterno.

Te quedas callada. Suspiras.

Ahora la veo subir. Escalando con gran habilidad dos picos coronados de una deliciosa recompensa. Se deleita, los devora.

No cierres los ojos. Quiero verte viéndole.

Una vez complacida, vuelve a descender, buscando una fuente para saciar su sed.
Ya sabes cuál es el destino final, ¿verdad? Sé que lo estás ansiando.

Gime. Quiero escucharte llegar.

Y así el placer muere en una explosión jugosa de sensaciones. Acurrucándose en la punta de tu clítoris.

Ahora sí. Cierra los ojos.

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