miércoles, julio 14, 2010

20 minutos

- ¿Cómo estuvo tu día?
- Tranquilo, nada del otro mundo. El clima nomás me tiene congelada.

Su conversación comenzaba como la de cualquier pareja de amigos.

- Mira, ya estoy avanzando en el diseño. ¿Te gusta?
- Me encanta.

Pero sus diálogos tenían un mensaje oculto.

- Vamos para acá - y le señaló la parte trasera del estudio.

Ella lo siguió.

Atrás ya no había miradas curiosas. Cerró las persianas para tener más privacidad.

- ¿Me has pensado?
- Por supuesto. Es más, me sorprendió tu llamada.
- ¿Puedo besarte?

No tuvo que mover los labios. Sus ojos respondieron por ella. Él se acercó despacio y plantó un delicado beso que la hizo vibrar desde la boca del estómago. Sus labios eran suaves, la química fue instantánea, el primer roce de sus lenguas generó un calor delicioso que se llevó cualquier rastro de frío almacenado en su cuerpo.

Sin separarse, él posó su mano sobre su cuello y la atrajo hacía sí. Ella se dejó llevar. Había ansiado ese beso desde la primera vez que lo vio. Y sabía a gloria. Ella respondió a las caricias abrazándolo.

- ¿Quieres que vayamos atrás?
Le gustaba esa actitud, de consultarle si quería, si podía. Le daba poder. Y sentía que él sólo buscaba complacerla.
- Ya mismo me tengo que ir. Tendré máximo 5 minutos.

Sus miradas hablaban por ellos, querían devorarse, arrancarse la ropa y agonizar de placer. Ella miró su reloj una vez más, sonrió y asintió. Él la tomó de la mano y la llevó a un pequeño pasillo oculto. La tomó entre sus brazos y volvieron a besarse. Ligeros mordiscos le ponían un toque juguetón al encuentro. Ella deliraba. Sus pelvis se unieron y pudo sentir un gran bulto debajo del jean. "Oh mi Dios" pensó ella.

Una mano recorrió su cintura empezando a subir hasta sus pechos para masajearlos. Ella reprimió un gemido. Luego metió su mano por debajo de la blusa, acomodó el sostén y tuvo los senos a su entera disposición. Dejó de besarla y bajó para deleitarse. Mientras relamía un seno, con su mano masajeaba el otro. Sus pezones ya estaba erectos. Ella suspiraba.

No pudo aguantar más la curiosidad y deslizó su mano para sentir el bulto que antes la impactó. Ahora lo comprobó. Su nuevo amante estaba muy bien dotado. La imaginación se le disparó. Y la pregunta que formuló la hizo pensar que podía leer su mente.

- ¿Quieres verlo? - le susurró mientras desabrochaba el botón y se bajaba el cierre del jean. Sacó un hermoso pene, duro como una roca, imponente, lujurioso. Su mente voló y lo sintió entrando en ella, abriendo camino, engulléndolo entero.

- Maldita sea, me tengo que ir.
Sus ojos la querían retener. Decían claramente "quédate".
- Sorry, no puedo quedarme más. Voy a llegar tarde.

Volvieron a vestirse, guardando las ganas, abrochando las ansias, acomodándose el hambre. Ella se despidió con un suave beso y una sonrisa pícara. Él se quedó ahí, observándola alejarse. Y mientras abría la puerta y cruzaba la calle, caía en cuenta que ese encuentro había sido sólo un abreboca.

1 comentario:

Pgarzon dijo...

Pufffff, que sugerente el relato eh! Te podrías convertir en una megabloguerasexi si haces ese tipo de post todos los días.

Abrazo