Por 1 minuto se me pasó la buseta. La única línea que me dejaba en el punto exacto a donde tenía que llegar. La siguiente iba a pasar entre 10 a 15 minutos después, y teniendo el tiempo contado, no podía darme ese lujo. Oh no, -oh sí para ustedes- tenía que volver a tomar la Metrovía.
Para quitarme el sabor amargo de apachurrarme con gente "olorosa" y desconocida, ocupo mi mente en observar las situaciones que se presentan a mi alrededor. Hasta que alguna de ellas llame mi atención:
Joven de tez negra, en sus 20 y pico bordeando los 30, jean y camiseta negra, zapatos Nike, gorra para atrás con diseño hip hopero y un brillante arete imitación de diamante. La traza, disculparán el prejuicio, era de tenerle cuidado. Pero en menos de 1 minuto, todo puede cambiar. Cuando se desocupa el asiento cerca de él, y en vez de sentarse, se lo cede a una chica que estaba más allá.
Seguí observando al chico. Sus facciones eran hoscas, pero no su mirada. ¿Cuántas personas lo habrán visto y confundido con un ladrón, pandillero o simple mal educado? Andaba con una mochila. Quién sabe qué llevaría ahí, a dónde se dirigía. Me vuelvo a preguntar por su futuro -me doy cuenta que lo hago muy a menudo- ¿tendrá uno prometedor? ¿Podrá salir del estereotipo? Espero tengo una oportunidad, o dos, de salir adelante. De ser. Claro, ojalá quiera ser.
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