miércoles, agosto 12, 2015

Chimborazo - Quilotoa.

Ese es el nombre del grupo de Whatsapp que creé hace unos días. Inició con una foto del Quilotoa, y terminó con una del póster de la película "Viven" (luego entenderán el porqué). Un grupo de amigos con espíritu viajero que aunque no se conocían entre todos ellos, sabía iban a llevarse bien. La cita iniciaba el sábado a las 06:15. Un tour iba a llevarnos a conocer el Chimborazo, y por nuestra cuenta íbamos a conocer el Quilotoa.

Imaginen 8 monos divididos en:
- 4 payasas
- hermano menor de 1 payasa
- amigo de 1 payasa
- pareja de esposos, amigos de 1 payasa

La fórmula para la diversión. Marca ACME (lo leyeron con el tono de voz, admítanlo).

En la van luego de una película de acción y un karaoke con música de los 70's empezamos a sentir el frío de la sierra. Llegamos al majestuoso volcán. ¿Recuerdan que mencioné 8 monos? Bueno, 8 monos acostumbrados a estar 0 metros sobre el nivel del mar, 4800 mts. de altura es algo que agarra, y fuerte. Aquí esta pobre mona, forrada cual terrorista, llegó al 1er refugio y ahí se quedó. Mi corazoncito no pudo con la altura y la presión. Mientras otros turistas saltaban como si estuvieran en un prado lleno de flores (cual Heidi), yo estaba sufriendo un terrible dolor de cabeza. Por lo visto, no soy una mona de altura.

Pero bueno, muy a pesar de las molestias, aquel espectáculo es majestuoso. Algunos sí llegaron al 2do refugio, pero no vieron nieve. Asumo que yendo con más tiempo, un par de días antes para aclimatarse, pude haber subido más. Aunque para serles sincera, esta mona aquí presente es más de climas cálidos, frescos. No soy muy amiga del frío. Peor extremo. Forrarse de pies a cabeza y que no se me vean más que los ojitos no va conmigo.

Salimos del Chimborazo rumbo a Riobamba, a almorzar un suculento caldo de gallina levanta muertos. Ahí nos despedimos del tour porque nuestro próximo destino era Latacunga. Llegamos a un lindo y rústico hostel, nos acomodamos, y uno de nosotros descubrió una pizzería espectacular a la vuelta. Fue el cierre perfecto. A dormir.

Domingo nos despertó llenos de emoción. Nos esperaba el Quilotoa. Desayunamos y partimos para Zumbahua, una pequeña parroquia a 30 minutos del volcán. Desde ahí tomas una camioneta y empiezas a ascender. En el camino vimos una caravana de personas caminando en dirección opuesta, y el chofer nos comentó que estaban yendo a una boda que estaba celebrándose en Zumbahua. Entre las personas estaba la banda, poniéndole ritmo a la caminata. Fue algo bastante alegórico de ver. Llegamos al Quilotoa. Como el hambre estaba intensa, decidimos primero buscar algo de comer. A fin de cuentas la laguna no va a secarse, ¿verdad? No. Pero sí podía nublarse *inserte aquí carita triste* Resultó que terminamos de comer y se extendió una neblina tal que no podías ver nada. Absolutamente nada.


Nuestro objetivo fue truncado. Mi deseo. Organicé el viaje justamente porque uno de mis sueños era conocer el Quilotoa. Desde la primera vez que vi una foto en un folleto turístico.

¿Y entonces? Por suerte el lunes era feriado. Así que, un viaje de 2 días terminó convirtiéndose en 3. Quedémonos un día más, y vayamos a primera hora. ¡Perfecto! Y, esperen, ¿no había boda en el pueblo?

¡Qué vivan los novios!



Terminamos zapateando en una fiesta de pueblo, con dos bandas en vivo. Cabe confesarles que jamás vimos a los novios. Pero no importa.

¡Qué vivan los novios!


¡Cuánta energía tenían! Acá nosotros zapateábamos, o sino "vueltita, vueltita, vueltita", y nos agarraba la altura, jajajaja. Teníamos que respirar tantito, y seguir. Entre todos parecían conocerse, porque bailaban en grupo, abrazándose, tomando cerveza. Los cantantes pasaban lista de los presentes: "¿Dónde está la familia Pilataxi? ¿Y los Guapulema? ¿Cuál es la familia más divertida?". Y los presentes alzaban los brazos en plena algarabía. Y cuando decía: "¿Dónde están los turistas?" ahí saltábamos nosotros. Así la fiesta nos duró hasta las 11 de la noche.

Lunes. Volvimos a despertar emocionados, y el clima estaba de nuestro lado. Un cielo completamente despejado. Nos alistamos y partimos para el Quilotoa. Y quedarnos valió la pena.



En mi foto del proyecto 365grateful traté de describir lo que sentí cuando me paré al pie del cráter y divisé aquella majestuosidad. Pero esas palabras no son suficiente. Por un momento, todo encajó. Todo estaba donde tenía que estar. Yo debía estar ahí, en ese momento, en ese lugar. Todo tuvo sentido. Es una especie de shock emocional. Ver algo tan, tan grande, y hermoso. Sentirse tan chiquito y a la vez tan importante. Sentirse todo, sentirse nada. Son aquellos momentos de una hermosura sublime, que no pueden describirse así nomas. No soy religiosa (me considero agnóstica), no sé si exista un dios, o un ser superior, pero en ese momento, sentí que todo y todos estábamos conectados. A lo mejor sí existe, y creó aquella hermosura. O simplemente era mi cerebro segregando una sobredosis de dopamina. Sea lo que sea. Ese momento fue perfecto.



Luego que todos tuviésemos nuestro momento de quedar absortos, y tomarnos fotos, empezamos a caminar por un sendero que nos iba a llevar a un mirador. ¿Y qué podía hacer mejor ese momento? Encontrarse con un cicloviajero, acampando ahí, tocando la guitarra y cantando bossa nova.



Dios, ¿existes?

Era demasiado.

La música nos llevó a sentarnos con él y conversar. Se llama André Fatini Guga, y lleva 2 años viajando en bicicleta, desde Alaska. ¿Se imaginan cuántas historias tiene para contar? El universo simplemente estaba conspirando, ahí, en ese lugar. Luego de una ligera conversación, y un par de canciones, nos despedimos, le deseamos buen viaje, y seguimos caminando. Llegamos al mirador, las respectivas fotos, y luego de tanta belleza y sueños, partimos de regreso al hotel.

Fue un hermoso viaje. El grupo se acopló a la perfección. Todos nos divertimos. A pesar de ciertos percances, la pasamos increíble. Una famosa frase de John Lennon se repetía constantemente en mi cabeza: "Life is what happens to you while you're busy making others plans" (proveniente de la canción Beautiful boy). Y es justamente eso. La vida pasa de largo, hagas lo que hagas. Y al final de tus días, ¿qué pregunta vas a hacerte? "¿Por qué no lo hice?" O vas a decir: "¡Lo hice!"

Y así llenamos nuestro pequeño baúl de recuerdos con una nueva aventura. Para recordar, contar, compartir. Conversaciones a las 4 de la mañana, tortura en forma de película de terror, zapateo en fiesta de pueblo, combatir el frío con un té al pie de una chimenea, bosque de pinos, encuentros brasileros inesperados, bossa, y naturaleza. Es hermoso sentir que uno pertenece a un todo.

1 comentario:

belicucha dijo...

Genial Diana! Tuve la oportunidad de conocer el Cráter este año en el mes de Mayo. Quede igual de impresionada. Me queda pendiente el ascenso al chimborazo creo que debo prepararme para ese encuentro aún que tengo fuerzas.
Gracias por contar tu aventura.
Abrazos.