lunes, noviembre 21, 2011

Disfrutar los pequeños placeres

Tengo una facilidad para disfrutar cosas que pueden parecer insignificantes para muchos. Cosas que yo llamo "pequeños placeres". No sé si sean las hormonas, el día que marca el calendario, el clima, el nuevo trabajo o quién sabe, pero en este momento estoy saboreando con sumo placer una taza de café, acompañada de un exquisito pan de coco de panadería de barrio.


Un simple café. Sí, un simple pan. Sí. ¿Sí? Pues no señores, no para mí. Yo los estoy saboreando, tratando de invadir mis papilas gustativas con su sabor, inundando mis fosas nasales con su aroma. Uufff. Es delicioso.


¿Estoy loca? A lo mejor. ¿Exagerando? También. ¿Me importa? Ni un ápice. Es riquísimo poder disfrutar con tanto deleite cosas que pueden ser tan cotidianas, que pasan desapercibidas porque ya estamos acostumbrados. La rutina. La famosa y mal reputada rutina. Cuando la ñora en cuestión no es el problema, sino su mal amiga la monotonía. A esa sí hay que huirle carajo.


Creo que heredé de mi padre esta característica de mi personalidad. El loco ese (nada que en paz descanse. Si dio guerra en vida, sé que está jodiendo a dónde sea que se haya ido jujuju) gozaba cada pequeñez de la vida. Las flores, los dulces, las bromas, la risa de un bebé, el batido de guineo, la música, la caída del sol, un abrazo. Todo. Ese man se disfrutó la vida. Por más tonta, pequeña o rutinaria que sea la actividad, él la disfrutaba. Bueno, bueno, tampoco era risitas todo el día. Pero todavía recuerdo que algo tan rutinario como prepararse un café y sentarse a leer el periódico del domingo, era un deleite para él. Desde revolver el azúcar, el aroma del café, abrir el diario (ay, no podías quitarle una sección que no haya leído), sentarse en el patio, reírse con las comiquitas, todo lo hacía con placer.


Y agradezco enormemente esa herencia. Poder disfrutar aquellos pequeños placeres que nos otorga la vida. Escuchar una canción que me encanta y cantarla a viva voz aunque sé que canto horrible. Subirme a mi bici y pedalear por las alocadas calles de Guayaquil. Meterme un sábado a la cocina y preparar algo de comer. Bailar hasta que me duelan los pies. Hacer el amor hasta quedar exhausta. Pasar panza arriba todo un domingo viendo series o películas. Comerme una hamburguesa con papas (este es placer culposo juju). Acostarme en la hamaca. Acariciar a mis gatas. Dormir. Lavar los platos. Enseñar.


Placeres, placeres. La vida está hecha de pequeños detalles. De pequeños placeres. Y yo. Yo fui hecha para disfrutarlos. Es más, hace tiempo escribí un post titulado "Esclava del placer". Y cuatro años después, me ratifico. Soy una esclava del placer. Y pido, no me quiten esas cadenas...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien D. Gracias por compartir los detalles. Eres una de las pocas personas que me hace entrar en razón jeje. Gracias.