viernes, septiembre 19, 2014

Descanso médico.

Ya sabemos que un pequeño golpecito puede cambiarte la vida en una milésima de segundo. Y aquí estoy yo, otra vez, postrada en cama, gracias a que mi querido dedo se dio duro contra un fierro y se fracturó el hueso. 

¿Dolió? ¡Ayayai! No se imaginan. Bueno, confieso que en ese momento dolió lo suficiente para detenerme, evaluar la situación, y seguir con el wod (jajajajajaja, sí, sí, aquí deberán recordar que esta mona es masoquista y tiende a minimizar los dolores). Pero después de una hamburguesa, una ducha, y linimento olímpico, seguía doliendo. No alargo el asunto, hospital, rayos x, fractura del dedo gordo. Reposo médico. 

2 semanas de pasar acostada con la pata alzada y moverse lo estrictamente necesario, para mí, puede ser una agonía. Chao bici, trote, crossfit, competencias, etc. Hola Netflix, Facebook, Instagram, Twitter, Internet, tv cable, etc. Ya saben, hay que verle el lado positivo a todo.

Han sido 2 semanas interesantes. He descansado todo el cansancio que he venido acumulando estos últimos meses. Lo que significa que tengo un cúmulo de energía que está listecita para estallar. Ya está burbujeando dentro de mí. También he honrado a Baco y aunque he seguido una alimentación sana, confieso que he pecado y me he embutido de alimentos no muy sanos pero sí muy ricos. Oh sí, cuando tenga luz verde para volver a hacer ejercicio voy a meterle con todo. Han sido días en que he pensado mucho, analizado mi vida y la situación actual en la que me encuentro.

¿Saben? Justo antes del accidente, iba a asistir a un taller que prometía mucho. Sentía que iba a ser un cambio o un gatillo para poder salir de una especie de bache emocional en el que me encuentro. Estaba muy emocionada. Y fui al crossfit con una pereza maldita. No quería entrenar esa noche. Luego del golpe entendí aquella frase que dice: "la pereza es la madre de todos los vicios, y como toda madre, hay que respetarla". Y fue que yo, por irrespetuosa, me di en el dedo. Y aquella insignificancia me derrumbó todo. Se fue el taller, no pude ir a la competencia de 6k, y he pasado enclaustrada en casa.

Pero resulta que no debo depender de algo externo para salir del hueco en el que estoy. Soy yo la responsable. Todavía me pregunto qué estoy haciendo. Y me río de mí misma, por cojuda y por cobarde. Por cómoda, por conformista. Porque sé lo que estoy haciendo mal y lo sigo haciendo. Porque me estoy desperdiciando, y perdiendo tiempo valioso. Porque sé que puedo ser más feliz. Me estoy preguntando "¿qué estás esperando, Diana?" Es esa comodidad, esa falsa seguridad. El no querer salir de la zona de confort. Pensar que desperté a las 2 de la madrugada un sábado con un dolor insoportable, y me las arreglé para agarrar un taxi y hacerme ver el dedo al otro extremo de la ciudad, pero no me atrevo a mandar todo al cuerno y enrumbar mi vida en un camino que verdaderamente me haga feliz.

¡Cobarde!

Y sonrío. En este preciso momento estoy sonriendo. Irónicamente, imagino.

Ahora sólo quiero poder caminar otra vez. Que el doc me vea la pata y me diga que ya puedo apoyar el pie.

A lo mejor y empiezo a caminar, y caminar, y caminar, y me voy de largo.

Adiós.

1 comentario:

Francisco Hernández dijo...

¿Cómo sigues del pie?