Espacio
público: "en principio diremos que el espacio público corresponde a
aquel territorio de la ciudad donde la persona tiene derecho a estar y
circular libremente (como un derecho); ya sean espacios abiertos como
plazas, calles, parques, etc.; o cerrados como bibliotecas públicas,
centros comunitarios, etc."
Fuente: ub.edu
“Es el lugar donde cualquier
persona tiene el derecho a circular en paz y armonía, donde el paso no
puede ser restringido por criterios de propiedad privada, y
excepcionalmente por reserva gubernamental”.
“El espacio
público tiene además una dimensión social, cultural y política. Es un
lugar de relación y de identificación, de manifestaciones políticas, de
contacto entre la gente, de vida urbana y de expresión comunitaria. En
este sentido, la calidad del espacio público se podrá evaluar sobre todo
por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita,
por su capacidad de acoger y mezclar distintos grupos y
comportamientos, y por su capacidad de estimular la identificación
simbólica, la expresión y la integración cultural”.
Fuente: Wikipedia
Estos
últimos años que he usado la bici como modo de transporte he podido ver
un Guayaquil desde un punto de vista distinto. Con la calma, libertad e
independencia que te dan las dos ruedas. No voy apretada en un bus, ni
encerrada en una caja de metal. No quito validez a los otros medios de
transporte. Pero la bici me da una sensación inigualable. Una conexión
con la calle distinta.
Ahora con el reclamo de
restringir la entrada del Parque Centenario me pongo a pensar en los
accesos que nos da la ciudad como peatones. Y pienso en los pasos a
desnivel que no usamos, la línea cebra que “está muy lejos”, el paradero
del bus donde no estamos esperando, la fila en la estación de la
Metrovía que no respetamos, y siga usted incrementando la lista. Me doy
cuenta de algo: las rejas no solo están regadas en toda la ciudad. Están
dentro de nosotros. En nuestra cultura. Idiosincrasia. Hemos sido
educados así. Enrejados mentalmente.
Tenemos
que enrejar puertas y ventanas para que no entren los ladrones. Aun así
un ladrón las usó para escalar hasta el 3er piso y meterse por la ventana al departamento de mi novio.
Cierran
las puertas del parque Centenario porque no pueden con la inseguridad. Y
nos toca verlo desde afuerita o rodearlo. Como si fuese prohibido.
Enrejan
toda la avenida Delta frente a la Estatal para obligar a los peatones a
caminar hasta el paso cebra. Un tramo de la calle exclusivo para
nuestro paso. Pero preferimos arrojarnos a cruzar la calle por donde nos
es más cómodo o más rápido.
Avenidas principales traficadas
con pasos peatonales que no usamos porque nos da pereza llegar a ellos,
subir, cruzar, y volver a bajar. Porque nos toma más tiempo. Preferimos
esperar algún huequito entre tanto carro y atravesar el asfalto cual
ranita de Frog.
Rejas dividiendo, protegiendo,
dirigiendo la circulación, obligando, forzando, civilizando, educando.
¿No se sienten como animalitos a los que deben encerrar para que no se
salgan? No podemos tomar decisiones civilizadas por nosotros, por
sentido común, y por ello nos chantan rejas. Rejas para no entrar, rejas
para no cruzar, rejas para no pasarse, rejas para limitar.
¿Hasta cuándo vamos a pensar sólo en nosotros y no en el bien común?
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