El otro día conversaba con un pana sobre lo lindo que es saludar a las personas mientras vas andando en bici. Claro, él me gozaba diciendo que los hombres con gusto van a saludarme, siendo tan guapa (utilizó otro término, aquí les doy una pista). Pero muy aparte de eso, le recalcaba que el utilizar la bici para transportarte crea otro tipo de interacción con la ciudad, que no tienes con el carro, por ejemplo.
La estructura del carro te encierra y desconecta de la ciudad. Peor si vas con los vidrios alzados, música, o conversando con alguien. No digo que sea malo, conste. Muchas veces me ha tocado pedalear en pleno sol, sudando, y no niego que hubiese querido estar en un carro disfrutando del aire acondicionado. O cuando me agarra la lluvia, y toca seguir avanzando, mojándome. Todo tiene su pro y su contra. Pero ahora quiero enfocarme en un pro de la bici: la interacción.
Todos los días salgo de casa a la misma hora, y tomo la misma ruta camino al trabajo. Esto hace que me cruce todos los días con ciertas personas, en el mismo lugar. Y asumo es instinto, educación, energía cósmica, comunidad, o qué sé yo, pero luego de cruzar varias veces miradas, de repente un día de manera mágica uno dice: "buenos días".
Y el otro responde. *Inserte aquí carita feliz*.
En ciudades grandes se ha perdido la buena costumbre de saludar a las personas que te cruzas. Cosa que sí se da en poblados más pequeños. También no podemos comparar una comunidad de cientos o miles, con millones. Si saludara a cada persona que me cruzo en Guayaquil, ¡imagínense! Peor en el centro, hora pico, etc. Uno terminaría deshidratado, jajajajajaja.
Pero hoy quiero presentarles a mis "compañeros de ruta". Personas que saludo todos los días. No los conozco, hasta hoy ni siquiera sabía sus nombres. Vengo pensando este post hace algunos días y me propuse abordarlos y preguntarles si podía tomarles una foto.
1. Leonidas.
Es el primerito que topo ahora que no hay clases. Porque apenas salgo de casa ya saludo a un señor que está al tanto de los buses que entran y salen de un colegio, y más tarde, a un padre y su hijo, caminando a la escuela. Ya no los veo, así que Leonidas se lleva mi primer "buenos días". A veces está conversando con otro compañero. Es guardia de un grupo de casas.
2. Fabián.
Mi más antiguo "buenos días". Llevo unos 4 años saludándolo. Cuando me transfirieron de agencia, cambié mi ruta, y dejé de saludarlo por casi 2 años. Y hace unos meses me volvieron a transferir a la agencia anterior, volví a tomar la misma ruta y él al verme me dijo: "se había perdido, niña". Ahora volvemos a saludarnos todos los días. Se dedica a vigilar los carros en el parque de la Kennedy. Junto a él a veces hay un señor con una carretilla que vende cocos (el bandido en cambio no siempre responde al saludo).
3. Martín.
El más reciente "buenos días". Tendré apenas algunas semanas de saludarlo. Casi siempre está de espaldas trabajando. Pero cuando paso y está desocupado viendo los carros y la gente pasar, me saluda alzando su brazo. Sirve los famosos desayunos de sánduche de queso con mortadela, acompañado de café, chocolate o agua aromática. Justo antes de ingresar al aeropuerto.
4. Esther y Álvaro.
La pareja que me salva las mañanas cuando no hay fruta en mi casa. Ellos son mi último "buenos días" en mi recorrido. Las pocas veces que llevo mi desayuno incompleto, me detengo aquí para completarlo. Sin embargo como rara vez sucede eso, pocas veces los saludaba. Hasta que un día, sin parar de pedalear, pasé timbrándoles con la bicicleta. Álvaro alcanzó a gritarme: "¡Aaaamiiiigaaaaaa!". Y ahí empezamos un código de saludo diario. Así no pare a comprarles nada, paso timbrándoles, o también pego un grito de confianza de: "¡Buuueeenooos diiiiiaaaas!". Muy pocas veces los he visto inactivos. Siempre tienen clientes, preparando tostadas, batidos, jugos, etc. Se encuentran saliendo del aeropuerto, justo antes de entrar al atajo que te saca a la Menéndez Gilbert.
Y es así como también disfruto andar en bicicleta. Sí, también tengo que aguantar el piropo morboso, el beso volado, el "chssstt chssst", el pito, etc. Pero como dije más arriba, hay pros y contras. No serán mis amigos, no sé nada de la vida de ellos, si vuelven a transferirme dejaré de verlos y saludarlos, pero no importa. Siempre que pase y los vea, será un gusto saludarlos. Y si me toca cambiar la ruta, tengan por seguro que encontraré nuevas personas para saludar.
No perdamos esa linda costumbre de interactuar entre nosotros. Justo ahora recuerdo cuando toca entrar a un ascensor, por ejemplo. Nadie se saluda, como si fuera pecado hablar con un desconocido. En mi caso es más fácil, por ser extrovertida entablo fácilmente una conversación. Tampoco voy a volverme panísima de la persona, pero al menos puede resultar más amena la espera. En una fila, por ejemplo. O una sala de espera.
"It's the sense of touch. In any real city, you walk, you know? You brush past people, people bump into you. In L.A., nobody touches you. We're always behind this metal and glass. I think we miss that touch so much, that we crash into each other, just so we can feel something".
Graham (Crash).
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