Alex está acostado en la camilla del quirófano, desnudo y cubierto por una sábana. Su expresión es de nervios. Sus ojos no dejan de ver todo lo que sucede a su alrededor. Ve los equipos médicos para monitorear sus signos vitales, la lámpara de luz y al personal que se encuentra preparando todo para la cirugía.
El médico, un hombre de 40 años, se acerca a Alex.
—¿Cómo te sientes?
—Ner… nerviosa —respondió con voz entrecortada.
—Lo sé. Es normal. ¿Estás segura de querer seguir?
—Sí… Sí, lo estoy —tragó saliva— ¿Todo va a salir bien, doc?
—Claro que sí. Respira profundo y empieza a contar hacia atrás desde 10. Cuando despiertes, verás en el espejo a la mujer que tienes dentro de ti. Confía, Alexandra.
Alexandra sonríe y empieza a contar en su mente: 10… 9… 8… 7… La anestesia empieza a hacer efecto… 6… 5… 4… Cierra sus ojos… 3… 2… 1… Queda profundamente dormida…
Afuera en la sala de espera está Beatriz sentada, sosteniendo entre sus manos un peluche en forma de oso. Está nerviosa y mira constantemente el reloj de pared encima de la recepción. A su lado están su cartera y una bolsa de papel de regalo. Beatriz mira hacia arriba y murmura algo, como una plegaria. Baja la mirada al oso y lo aprieta. Vemos que es un peluche gastado por su uso, con una camisetita azul que dice: “It’s a boy”. Beatriz derrama unas lágrimas, aspira profundamente, y mete la mano en la funda de regalo para sacar un peluche, nuevo, en forma de oso con una camisetita rosada que dice: “It’s a girl”. Pone sobre su regazo un oso al lado del otro, los mira, y esboza una sonrisa nerviosa, mientras se seca las lágrimas.
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