miércoles, mayo 12, 2021

Pretextos

El calor era insoportable. Salir al mediodía a hacer los trámites de costumbre era una tortura para Joaquín. Se solía sentir como un ingrediente más de la sopa caliente en la que se convertía Guayaquil durante el invierno. No sabía si odiaba más el calor o la humedad. Hoy se sentía un fideo flotando entre la papa, la zanahoria, y las arvejas. 

Entrar al banco era el mejor pretexto para refrescarse. Iba a sacar el dinero para pagar el curso de cocina que iba a empezar esa misma tarde. Sus mayores logros eran no romper la yema del huevo frito, o hacer sánduches de jamón y queso. Hacer arroz en olla arrocera no valía. Pero Mariela sí. Valía. Y mucho. Iba a meterse al taller de cocina sólo para verla todos los días. Otro pretexto más. La vida de Joaquín estaba llena de pretextos.

Módulo 1: Ensaladas.

Mariela era una mujer muy divertida y espontánea. Joaquín buscaba cualquier pretexto para sentarse cerca de ella y así, cuando tocaba elegir pareja para trabajar, les tocaba juntos. Entre picar tomates y pelar zanahorias, Joaquín descubrió que un secreto de una buena vinagreta era ponerle un toquecito de azúcar para cortar la acidez del limón.

Módulo 2: Pastas.

Joaquín solía esperar a Mariela en la entrada del aula, con dos cafés en mano. El de ella, con edulcorante. En su mente estaba haciendo puntos para atreverse a invitarla a salir, pero cada vez que se armaba de valor, algo sucedía. Llegaba un mensaje de texto, u otro compañero llegaba y se unía a la conversación. Joaquín se quedaba con la pregunta en la lengua y la ahogaba con un sorbo de café. Al menos consiguió llegar al punto exacto de cocción de sus fideos. Siempre quedaban “al dente”.

Módulo 3: Cocteles.

Luego de 3 Margaritas, 2 Mojitos y 4 Piña Coladas (¿4 o 5? Joaquín ya no estaba seguro) Mariela se encontraba de muy buen humor. Salieron tarde de la clase y ya corría viento de verano. Ese rico viento nocturno que mueve las copas de los árboles y levanta las hojas caídas. Joaquín le ofreció su chompa a Mariela, quien aceptó muy gustosa. Se la quedó viendo, embobado, y estuvo a punto de besarla. Pero se demoró mucho y el taxi llegó. La vio subirse en el carro e irse, y con ella su último pretexto de tener algo llamado amor.

Y como todo ciclo, el calor volvió. Bendito calor. Joaquín, al menos, ya no se sentía como cualquier papa de la sopa. Ahora era la pierna de cerdo adobada a las finas hierbas rodeada de vegetales que tenía en el horno hace 1 hora. El arroz con queso y albahaca estaba graneadito. El vino ya mismo lo iba a descorchar para que respire. En la pared había colgado su diploma enmarcado. Quizá no encontró el amor que buscaba pero la vida le puso otro en su lugar. ¡Ja! Otro pretexto más.

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