domingo, agosto 05, 2018

El encanto del sur.

El amor me trajo a vivir al sur desde inicios de este año. Mi cuñada siempre alardea canturreando la estrofa de una canción de Raffaella Carrà: "Para hacer bien el amor hay que venir al sur". Toda mi vida he vivido en el norte. Bueno, de pequeña estuvimos en el centro, pero desde los 7 u 8 años mi vida se ha desarrollado en el punto cardinal superior. Teníamos familia que visitábamos en el sur, cuando había un cumpleaños u ocasión especial. De pequeña recuerdo el cine Inca, la dulcería La Dolce Vita frente al Cristóbal Colón. En contadas ocasiones entrar a La Caraguay. Pero para mí el sur era visitado solo para algo específico. Y sobre todo, para mí el sur era dos cosas: lejos y feo.

Bueno, bueno, si no desean la palabra "feo" que puede leerse despectivo, digámosle "poco atractivo". Toda mi vida adulta, mi círculo social, los lugares que frecuento, pasatiempos y demás se encuentran en el norte. Pero ahora, aparte de estar enamorada de mi novio, debo confesarles que me estoy enamorando del sur.

El sur tiene detalles que nunca tuve en el norte. Por ejemplo, vendedores ambulantes o personas que pasan voceando sus servicios. Este post ha sido inspirado por un señor que acaba de pasar gritando: "Arregle esas ventanas. Cambie la tela que tiene rota. Para que pueda abrir las ventanas". Eso JAMÁS escuché en mi antigua casa. Ni hablar del bollero que pasa en su bici todos los días. 8am y 5pm. Los fines de semana, días en que lo puedo escuchar pasar, su grito me sirve de reloj. Otro señor pasa vendiendo pescado y camarones, seguimos teniendo el afilador de cuchillos. Pasa una camioneta llevándose electrodomésticos que ya no uses, zapatos viejos, frascos de perfume.

El otro fin de semana, se nos dañó la refri. La pobre dejó de enfriar. Y las cervezas no podían entibiarse. En esta casa eso es pecado. Ofensa. Blasfemia. Ponte a buscar un técnico un viernes de feriado. Pero como ángel caído del cielo, pasó un señor gritando: "Arreglo lavadooooora, aire acondicionaaaaaado, refrigeradooooraaaaa. Le arregló la booombaaaa". Y espero que estén leyendo e imaginen el cantadito con el que este señor iba. Bastó un grito, y en 5 minutos ya la estaba revisando.

No hablemos de las delicias culinarias que tengo alrededor. Y lo más importante: MÁS BARATAS. Un vasito de morocho en el norte te puede costar $1,60. Acá la tarrina de litro de la carretilla El Shaddai (esquina de Los Ríos y Pancho Segura) te cuesta $1,50. César dice que antes estaba enriquecido con Nestlé. Ahora dice: "Enriquecido con la bendición de Dios". Imaginamos se le acabó el contrato a la primera empresa. Hamburguesas completas a menos de $3. O combos con papas fritas y té por el mismo valor. Filetes de lomo fino, tomahawks, bife de chorizo, en salsas de hongos, queso, hierbas del Domador de Leonas son fabulosos platos, bien servidos, y oscilan entre $7,50 y $13. Y conste, el plato de $13 alcanza para 3 o 4 bocas.

El mercado La Caraguay es ahora visita fija el domingo de mañana. Tránsito y Reinaldo nos venden las legumbres y vegetales, la prima Francisca (o "abogada" de cariño) nos surte con frutas. Y cada que vamos nos recibe con un par de uvitas o una mandarina para degustar mientras compramos. Mariscos fresquitos. Hoy salimos con libra y media de camarones por $6, y 1 libra de picudo por $4. Y no puede faltar pegarnos un tuco de muchín por $0,75, acompañado de una tacita de café pasado por $0,50. La vez pasada saboreamos un suculento encebollado miSto por $3,00. Los camarones se salían del plato.

EN ESTE PRECISO MOMENTO ESTÁ PASANDO EL GASFITERO. ¿Ven? ¿Ven?

La verdad no creí que iba a encantarme con el sur. Adapté mi rutina sin mayor problema. Ahora mis panas del norte me vacilan que estoy lejos, cada vez que organizo alguna reunión en casa y los invito. Acá siento que hay más árboles. Más bicis. Más barrio. Ya no lo veo feo. ¿O será que como estoy enamorada lo veo bonito? Así como la chica que tiene el pretendiente feo pero con el tiempo lo va viendo atractivo. Lo empieza a ver con ojitos de amor.

¿Será? Sea como sea, puedo decir que aunque viví casi toda mi vida en la ciudadela El Paraíso, ahora simplemente vivo en otro paraíso.

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