viernes, febrero 03, 2023

La visita y una flor.

No sabía si ir o no. Estaban atravesando problemas y no quería importunar con su presencia. Conversó con una amiga al respecto y le dijo: "anda". Se vistió, sacó las monedas del monedero y salió de casa. "En la tienda que está cerca le compraré alguna chuchería". En el bus ni siquiera leyó el libro que llevó. Su mente no paraba de pensar, procesar, analizar, recordar. Su corazón de sentir. ¿Estará bien que vaya? ¿Y si la estoy jodiendo? Pero una vocecita le seguía insistiendo. 

El bus llegó a su destino, se bajó y empezó a caminar. Cruzó la calle. Conforme se iba acercando, su corazón palpitaba con más ímpetu. Divisó la tienda, entró, buscó con la mirada algo que le gustara y cuando hurgó en sus bolsillos no encontró las monedas. ¡Cómo! - se preguntó. ¿Dónde están? Metió la mano en todos los bolsillos y en ninguno las encontró. ¡Diablos! Las dejé en la cama.

Salió de la tienda y siguió caminando. Algo en el camino encontraré - pensó para sí. Y la naturaleza es sabia y el universo maravilloso, porque una cuadra antes de llegar se alzaba entre todo el cemento unas pequeñas flores amarillas. Sonrió y se acercó a arrancar una cuando algo viscoso sintió en sus dedos. Al verlos, estaban embarrados de algo café. Oh, no. Sí, eso mismo que ustedes están pensando lo pensó ella también. Se embarró de caca de algún amiguito de 4 patas.

Por suerte no es tan asquienta, así que, con la otra mano arrancó otra flor y siguió caminando. ¿Recuerdan que el universo es maravilloso? Justo antes de girar en la esquina unos señores estaban trabajando y ella les pidió de favor si tenían algo con lo que pudiera limpiarse la mano. Ellos, muy acomedidos, conectaron una manguera y el agua brotó para limpiar no sólo sus dedos, también se fue llevando un par de dudas consigo. Les agradeció y siguió.

Llegó a la casa, alzó la mirada al balcón y decidió llamarla.

- Hola.
- Buenos días.
- Buenos días.
- ¿Estás en casa?
- Sí...
- ¿Puedes asomarte?
- Bueno...

No colgaron. La escuchó caminar, quitar el candado. Ella sonreía. Estaba ansiosa por verla asomarse. Para que la vea como una cojuda romántica enamorada parada en plena calle con una flor amarilla. Sí, la clásica escena de película de comedia romántica. Es más, había una cámara arriba siguiéndola, otra cámara arriba enfocando hacia abajo (la misma de arriba si estamos cortos de presupuesto) y otra cámara abajo haciendo un POV. De repente la vio asomarse y supo que hizo bien en ir.

- ¿Puedo subir?
- Bueno...

Colgó y caminó a la puerta. La bendita puerta con la maldita cerradura a la que todavía no le agarra la maña y pelea para poder abrirla. Pelea, pelea, pelea, un giro, pelea, pelea, pelea, pelea, otro giro, pelea, pelea, pelea, pelea, pelea, por fin el último giro. Haló y no se abrió del todo. ¡QUÉ! Tenía puesto el pestillo por dentro. La escuchó acercarse detrás de la puerta y le indicó que no podía abrirla. Ella terminó de hacerlo. Abrió y se vieron. Ella estaba ahí, parada, vulnerable, en interior y camiseta, con ojitos tristes, parecía que todavía se asomaban un par de lágrimas de sus ojos. Ella se acercó, con la flor en la mano izquierda y sonrió.

- Te cuento que no puedo tocarte con esta mano porque al querer arrancar la flor, no esta sino otra, me embarré de ca-ca... - fueron las palabras que salieron casi en un hilo de voz y en un tono tan suave e infantil, justificándose.

Y ella rio. Así, con ojitos tristes, se rio. Se le acercó y la abrazó. Y sus corazones sonrieron.

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